sábado, 1 de diciembre de 2012

Música nacionalista

El siglo XIX reacciona contra la unidad de ideas y estilos dictada por el neoclasicismo francés durante el siglo XVIII a la que cada pueblo opone la reafirmación y estima de sus propios valores nacionales. Las tradiciones nacionales, regionales e incluso locales, las leyendas, sagas y romances, los folklores (canciones y danzas), etc. se convierten en la cantera de la que el artista extraerá los elementos primarios de su arte.
El liderazgo musical hasta mediados del siglo XIX había sido ejercido por las grandes potencias de Francia, Italia, Alemania y Austria. Los demás países, con la excepción de algunos destellos en España e Inglaterra, no habían tenido la oportunidad de desarrollar un arte propio. Su vida musical, si existe, se reduce a importar ópera italiana y sinfonismo alemán.
En el siglo XIX diversos países de la periferia europea1, tomando conciencia de sus propios valores nacionales y tratando de liberarse de toda influencia cultural extranjera (especialmente del sinfonismo alemán y de la ópera italiana) tratarán de basar sus expresiones musicales en sus propios folklores. Los compositores nacionalistas harán una música basada los ritmos de sus danzas populares, en los rasgos modales de sus canciones, en las peculiaridades armónicas y aún en los instrumentos musicales típicos nacionales.2 En el caso de la ópera extraerán los argumentos de sus historias y leyendas tradicionales. La consecuencia más importante fue la ampliación del lenguaje musical centroeuropeo: nuevas organizaciones melódicas que rompieron definitivamente la hegemonía del sistema tonal bimodal con la recuperación de escalas modales, nuevas posibilidades rítmicas, nuevos timbres y colores, armonías más salvajes y primitivas, etc.
El nacionalismo cuaja plenamente a mediados de siglo. A partir de aquí será posible distinguir dos periodos nacionalistas claramente diferenciados:
El primero se desarrolla la segunda mitad del siglo XIX y tendrá características plenamente románticas. Casi todas las obras maestras el nacionalismo las crearon compositores formados en la tradición centroeuropea y con formas musicales clásicas y/o románticas bien experimentadas. El segundo periodo se da en el siglo XX y tendrá dos ramas: una que continuará el primer nacionalismo por razones de estética oficial (Rusia) y otra que tratará de renovar el lenguaje musical extrayendo los elementos renovadores de las esencias últimas de la música nacional (Falla en España y Bela Bartok en Hungría).

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